viernes, 24 de enero de 2014

Febrero y los galgos

Muy buenas a todos, queridos lectores.
¿Echabais de menos a esta galga parlanchina? 
Antes de continuar narrando mi historia tras el rescate de aquel ángel me gustaría hablaros de un documental importante para los de mi raza. Se titula  Febrero, el miedo de los galgos. Está realizado por la productora Waggingtale Films y cuenta con la colaboración de la asociación protectora SOS Galgos. Os dejo a continuación los enlaces a la web del documental y la asociación (sí, esta galga loca también tiene un buen dominio de Internet, ¿qué pasa?):





La semana pasada amito y amita fueron a ver este documental a la Cineteca de Madrid. Se fueron directamente nada más salir de sus respectivos trabajos y volvieron tarde y preocupados por mi porque pensaban que al estar tanto tiempo sola iba a estar triste o angustiada... Pobrecitos... Lo cierto es que me pasé todo el día durmiendo ¡y tan ricamente, oye!
Algo que mucha gente ignora es la capacidad que nosotros, los galgos, tenemos para vaguear. Si nos lo permiten podemos dormir durante horas y horas y horas y horas y horas... Somos, por qué no decirlo, muy perezosos y ello se debe a que reservamos toda nuestra energía para cuando tenemos que esprintar tras una presa rápida en la naturaleza. La gran mayoría de humanos piensan equivocadamente que nos pasamos todo el día corriendo de aquí para allá. ¿Os imagináis? ¡Qué locura! ¡Que estrés! ¡Y qué cansancio! No, nada más lejos de la realidad. Somos criaturas dormilonas y remolonas que no damos un ruido ni incordiamos en casa. ¡Vamos, que somos la mascota perfecta! (Sé venderme bien, ¿a que sí?)
El documental Febrero viene a decir lo mismo. Trata en esencia cómo somos los galgos: este carácter tranquilo y dócil, demasiado sumiso incluso, nuestra mirada inocente y de profundo agradecimiento. Pero Febrero también habla de nuestro problema: el maltrato que sufrimos por parte de gente sin escrúpulos para los cuales somos meras herramientas, puro entretenimiento, y no se dan cuenta (o no se quieren percatar) de que somos seres que sentimos, que padecemos. Puede que no seamos tan inteligentes como los humanos o que no tengamos la misma capacidad para expresarnos y, por tanto, quejarnos; pero como decía el judío Shylock, si nos pincháis, ¿no sangramos? Eso es amigos, al igual que vosotros tenemos órganos, dimensiones, sentidos, deseos y pasiones. La lucha de cientos de asociaciones y miles de personas es hacer comprender ésto a la sociedad, porque, amigos, hay que vivir en armonía con la Naturaleza y, aunque algunos se crean que el planeta les pertenece, son ellos los que pertenecen a la Madre Tierra y Ella, y sólo Ella, selecciona a sus especies.


El próximo día os narraré cómo conocí a mis amitos, y prometo hacerlo en un par de entradas como mucho, no en nueve temporadas, jejeje!

Buenas noches, queridos lectores. Que soñéis cosas buenas y agradables (De un tiempo a esta parte yo lo hago todas las noches, os lo recomiendo)

Vuestra amiga perruna

Altea

martes, 14 de enero de 2014

Mi nombre es Altea

Buenas noches mis lectores. Sean bienvenidos a mi blog personal y, de momento, intransferible.
Permitidme que me presente: me llamo Altea, tengo dos años y, como podéis imaginar por mi edad, no soy humana (¿Cómo iba un cachorrito de hombre a ser capaz de escribir con la soltura que yo lo hago?) No. Soy un perro; bueno, más bien una perra, y para ser más concretos, una galga. Una auténtica galga española de pura raza.
De mi infancia hay poco que contar, o poco con lo que quiera contar. Fui, como todos mi hermanos, criada para cazar liebres, cosa que en principio me encantaba, no voy a mentir. Me gustaba correr detrás de la presa, recortarla, darle alcance, la satisfacción de alcanzar el trofeo tras el largo esfuerzo. Pero pronto esa satisfacción se convirtió en miedo, auténtico terror hacia el hombre al que yo llamaba erróneamente "amo", y el esfuerzo dejó de merecer la pena.
Él me abandonó.
Me sentí tremendamente desafortunada, arrepentida incluso por haberle decepcionado. Pero luego escuché historias sobre mis propios hermanos que preferiría no haber oído... Auténticas pesadillas que me atormentaban en las frías noches de febrero cuando dormía sola cobijada apenas por unos hierbajos y, a pesar de ello, me sentía aliviada por no acabar como ellos lo hicieron.
Vagué durante semanas por tierras manchegas cual Don Quijote, hidalga, flaca y, por supuesto, galga corredora. Pero en lugar de encontrar molinos de viento topé con niños que me lanzaban piedras.
Decidí alejarme lo más lejos posible de allí, así que cuando cierta mañana apareció aquella mujer abriéndome la puerta de su coche e invitándome a subir no me lo pensé dos veces. A esas alturas había dejado de confiar en el ser humano. No sabía qué intenciones tenía aquella mujer ni dónde iba a acabar con mis huesos pero a peor no podía ir. Llevaba varios días sin comer y casi sin beber, tenía frío y la desesperación se empezaba a apoderar de mí. Como digo, ignorando mis miedos naturales y dejándome llevar por mi instinto, me aventuré al interior del coche de un brinco.
Ese fue el comienzo de mi vida. El inicio de esta vida tan galga.
Mi nombre es Altea